22.1.09

Azul maya, el secreto de un color

La eternidad puede medirse en miles de años, en profundidades infinitas, en misterios y secretos jamás revelados que nadan a través de las galaxias, donde han dejado su rastro, su huella; misterios que originan el murmullo universal.
Las pistas que los ancestros han dejado a su paso en pos de su preservación, no son las migajas en el camino, sino representan lo que fue la vida misma en una civilización determinada; van más allá de los vestigios, de las respuestas que aún no han sido reveladas. El ser humano ha sido y será el antagonista de su propia historia; ha perseverado en la misión de borrarse de la faz y ha dejado la página incompleta, el párrafo no escrito, la duda perenne y majestuosa que permite que algunos investiguen el pasado, que descifren el ayer, en la materia hermosa de una piedra, una pieza de ornamento o un color.


Simbolizar ha sido una misión de carne y alma para los habitantes de la tierra. Expresar el símbolo a través de los objetos, los seres, los animales o los colores; es otorgar, dar vida al arte.
Como es sabido, la civilización maya no solo destacó en diversos campos del conocimiento, también han maravillado por su pintura mural y cerámicas; fueron grandes artistas, en sus expresiones dejaron plasmadas sus creencias, usos y costumbres.

En este campo los mayas heredaron al mundo una joya más y también un nuevo misterio, el pigmento conocido como azul maya. Un intenso tono de azul, azul turquesa que penetra en la mirada de quien lo aprecia, tal como penetró en las diversas superficies en las que fue colocado por manos expertas y sensibles.

Un tono de ensueño cuyo atractivo ha provocado grandes controversias, su magia ha hechizado a cuantos lo miran adherido como sangre e insignia en un pieza o un mural. Tono que fue éxtasis de su creadores, un concierto de contrastes ante el verdor de la selva. Color que trasluce poder y magnificencia. Su utilización fue de gran importancia para la combinación de sus demás colores, pigmentos todos de origen vegetal.

A raíz de su descubrimiento, el azul maya ha despertado el interés de varios investigadores; en torno a él se crearon algunas controversias y especulaciones.

Entre los personajes destacados que han estudiado este pigmento maya, se encuentra el fallecido historiador y químico Constantino Reyes-Valerio quien compiló en el libro “De Bonampak al Templo Mayor el Azul Maya en Mesoamérica" una serie de datos históricos y análisis científicos acerca de los estudios y trabajos realizados al misterioso azul, así como las fórmulas sobre su elaboración que desentrañan su secreto.
No hay apuntes precisos del simbolismo que los mayas pretendían otorgar a través de la aplicación del azul. Algunos teóricos refieren el empleo de este pigmento con lo sagrado o lo divino. En su libro, Reyes-Valerio hace referencia a este tema, cita al cronista fray Diego de Landa quien narra que un azul era utilizado en diversas ceremonias religiosas, describe cómo en algunas ceremonias rituales realizadas en el mes Mac, dedicado al dios Chac, dios de la lluvia, los cuerpos de niños o esclavos eran pintados de azul antes de ser sacrificados, y en caso de sacarles el corazón eran llevados a la piedra de sacrificios, pintada también de azul de cuya gama no se tiene la certeza de ser la maya.

El director de cine Mel Gibson retoma esta idea en su película “Apocalypto” donde se aprecia en sus secuencias, el empleo de azul maya como el color del sacrificio.

La belleza que propaga el azul maya no fue el único motivo que llamó la atención de historiadores, científicos e investigadores, también lo hizo la principal de su características: su resistencia a los ácidos diluidos, a los disolventes, a los oxidantes, y reductores; al calor moderado e incluso a la biocorrosión.

Entre los estudios que Reyes-Valerio plasma en su “Azul Maya en Mesomérica” cuenta que, en 1931 H.E. Merwin, comenzó a estudiar una sustancia azul hallada en Chichén Itzá, justo en el Templo de los Guerreros, la que posteriormente sería denominada por el Dr. Rutherford J. Gettens como azul maya, ya que existía la creencia de que sólo se encontraba en las construcciones de esta civilización.
Entre los templos mayas donde hay vestigios del empleo del azul maya, se encuentran Chichén Itzá, Tulum y Bonampak. Asimismo, la existencia de este color, que con el paso de los años se propagó por varios pueblos de Mesoamérica, data de hace más de mil años.

Su naturaleza química es única en su tipo, está formada por diversas arcillas unidas al material colorante contenido en las hojas de la planta de añil. Una de las principales causas por las que se comenzó a investigar el azul maya, fue por la presencia de estas arcillas (como la paligorskita) en el pigmento.

Varios investigadores trataron de obtener el azul maya a través de múltiples experimentos de laboratorio sin lograr dar con la fórmula. Constantino Reyes-Valerio, escribe en su investigación, que en la obra de Francisco Hernández, protomédico de Felipe II, éste dejó indicaciones acerca de su preparación, en la que no hace mención de la presencia de arcillas, solo señala que se utilizaban las hojas de la planta de añil y agua.

El misterio del azul maya se esclarece en las páginas del “Azul Maya en Mesomérica” responde a la pregunta básica que se han hecho muchos estudiosos ¿de dónde salen las arcillas si no se mencionan en las indicaciones de elaboración? Después de múltiples intentos fallidos por resolver esta incógnita se dio con una sencilla respuesta, para la preparación del azul maya los antiguos utilizaron agua turbia, agua corriente de ríos o arroyos. De esta aguas salieron las arcillas y son éstas las que le dieron su propiedad única de resistencia y esplendor a este color tan penetrante y tan inmenso como sus creadores.

Bibliografía consultada
Reyes-Valerio, Constantino, De Bonampak al Templo Mayor, El azul maya en Mesoamérica, Siglo veintiuno editores, 1993.
http://www.mayablue.org/

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